No digamos “Padre”,
si cada día no nos portamos como sus hijos.
No digas “nuestro”,
si vives aislado en tu egoísmo.
No digas “que estás en los cielos”
si solo piensas en las cosas de la tierra.
No digas “santificado sea tu nombre”,
si lo usas sin respeto y atención.
No digas “venga a nosotros tu Reino”,
si lo confundes con el éxito y el dinero.
No digas “hágase tu voluntad”,
si no estás disponible para hacerla cuando sea muy exigente.
No digas “el pan nuestro de cada día dánoslo hoy”,
si teniendo, no te preocupas de los hambrientos.
No digas “no nos dejes caer en la tentación”,
si tienes intención de seguir pecando.
No digas “líbranos del mal”,
si no tomas parte activa en la lucha contra el mal.
No digas “amén, así sea”,
si no tomas en serio las palabras del Padre nuestro
Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del
Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero
de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del
Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por
nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y
resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está
sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar
a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del
Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.
Señor, en este momento de nuestra vida,
queremos vivir un nuevo Pentecostés,
reunidos con María, nuestra madre.
Creemos que, en alianza con Ella,
dejándonos poseer por el mismo Espíritu que la fecundó,
nuestras vidas también serán fecundas,
y engendraremos vida allí donde seamos enviados.
Espíritu, que eres agua,
purifícanos y haz fecundas nuestras vidas.
Espíritu, que eres fuego,
reaviva nuestro ardor misionero.
Espíritu, que eres viento, llénanos de dinamismo
y llévanos adonde no podemos imaginar.
Espíritu, que eres aceite,
úngenos para que podamos anunciar
la liberación a los pobres y afligidos.
Espíritu Santo, haznos nacer de nuevo,
suscitando un nuevo Pentecostés Marianista,
impulsándonos a la misión,
como lo hiciste con nuestro Fundador,
el beato Guillermo José Chaminade.
Amén.
Señor Dios nuestro,
para salvar a todos los hombres y conducirlos a ti,
nos has enviado a tu amado Hijo,
que se hizo hombre naciendo de la Virgen María.
Concédenos el ser formados por Ella
a semejanza de su Hijo Primogénito
y ayúdanos a participar
en el amor de Cristo para con su Madre.
Tú has asociado a María al misterio de tu Hijo,
para que sea Ella la nueva Eva,
la madre de todos los vivientes.
Confirma la alianza que con ella hemos contraído;
que nuestra consagración
prolongue sobre la tierra su caridad maternal
y haga crecer a la Iglesia,
Cuerpo Místico de tu Hijo, Nuestro Señor.
Amén.
Oh María, Madre de Jesús y Madre mía, al
comenzar el nuevo día, regalo del Señor,
me dirijo a ti, para ponerme en tus manos
y en tu corazón.
Condúceme a Jesús, para que le
pertenezca enteramente, con mi voluntad,
pensamiento y corazón, con mi cuerpo y con
mis obras. Ayúdame a vivir en la gracia y
en el amor que el Padre me ha dado con la
efusión del Espíritu Santo, y hazme ser
acogedor con todos.
Reina del cielo,
guía y acompaña con tu materna inspiración hasta
mis menores acciones, para que todo sea hoy
una ofrenda espiritual agradable a Dios y
promueva un mundo más justo y fraterno.
Intercede por mí, Madre, y despierta el
corazón de hijo que duerme en todo hombre,
para que todos juntos
caminemos al encuentro del Padre.
Amén.
Señor Jesús,
aquí nos tienes reunidos al pie de la Cruz,
con tu Madre y el discípulo que Tú amabas.
Te pedimos perdón por nuestros pecados
que son la causa de tu muerte.
Te damos gracias por haber pensado en nosotros
en aquella hora de salvación
y habernos dado a María por Madre.
Virgen Santa, acógenos bajo tu protección
y haznos dóciles a la acción del Espíritu Santo.
San Juan, alcánzanos la gracia
de acoger como tú a María en nuestra vida
y de asistirla en su misión. Amén.
Bajo tu Amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios:
no desoigas las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes bien, líbranos de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita.
-El ángel del Señor anunció a María.
-Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve, María...
-He aquí la esclava del Señor.
-Hágase en mí, según tu palabra.
Dios te salve, María...
-Y el Verbo se hizo Hombre.
-Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María...
-Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios
-Para que seamos dignos de alcanzar las
promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones.
Y ya que por el anuncio del ángel
hemos conocido el misterio de la Encarnación
de Jesucristo tu hijo, haz que por su cruz y pasión
lleguemos a la gloria de la resurrección.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi Espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha
hecho obras grandes por mí; su nombre es santo y su misericordia llega
a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo
había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia
para siempre.
Santa María de la vista.
Tú que trasmites gracia al que se acerca
a contemplar tu mirada.
Tu rostro nos da nueva luz.
Préstame tus ojos para ver bien lo que está lejos y
lo que está cerca, para superar esa ceguera voluntaria
que me dificulta mirar el dolor y la alegría de los demás,
aquello que me interpela y me pide
generosidad y servicio.
Santa María del oído.
Tú que fuiste una profesional de la escucha atenta.
Préstame tus oídos para escuchar el silencio y
la Palabra y para descubrir en medio del mucho ruido,
la hermosa melodía que Dios pone cada día en mi
Corazón.
Santa María del olfato.
Tú que pasaste por este mundo, desprendiendo el
aroma inconfundible del amor.
Préstame tu nariz para conservar la fragancia
de las cosas hechas con amor y evitar así
que los olores de la indiferencia y la tolerancia
impregnen mi vida y mi corazón.
Santa María del gusto.
Tú que saboreaste las cosas pequeñas,
esas a las que yo doy tan poca importancia,
préstame tu lengua para gustar cada segundo
que paso al lado de un hijo o hija tuya
o de un hermano o hermana mía,
y que una sonrisa, un abrazo, un “perdona”
o un “te quiero”, se convierta en el manjar
más exquisito que pueda llevarme cada día a la
boca y saborearlo agradecido.
Santa María del tacto,
Tú que estuviste cuerpo a cuerpo con las mujeres
y los hombres de tu tiempo, y lo sigues estando
en cada uno de nosotros, tus hijas e hijos.
Préstame tu cuerpo para que sienta en cada instante
la vida, la pasión, la belleza, la fecundidad,
el crecimiento y las necesidades de quienes sufren
por la enfermedad y el hambre y vaya en su ayuda.
Santa María de todos los sentidos,
Concédeme la gracia de poderte ver,oir, oler,
Gustar y tocar.
Te pido especial gracia para que lo haga no solo
con los ojos, los oídos, la nariz, la lengua o las manos,
sino sobre todo con un corazón puro, sano
y generoso. Amén
Santa María del Pilar,
de Aparecida y de Chiquinquirá,
de Quinche y de Luján,
de Guadalupe y del Carmen,
Señora de nuestra América.
Te pedimos la fortaleza de la fe
enraizada en el corazón y en la vida,
ilustrada y vivencial,
que discierne y se arriesga,
que intuye y se entrega.
Te pedimos la seguridad de la esperanza
fundada en Jesús y en sus promesas,
generadora de vida entusiasmada,
de resistencia evangélica
y de energía emprendedora.
Te pedimos la constancia en el amor,
reflejo del amor misericordioso de Dios Padre-Madre,
afectivo y efectivo,
apasionado en su vitalidad
y duradero en sus proyectos.
Santa María del Pilar, escucha nuestra oración
y alcánzanos de tu hijo Jesús la gracia de vivir
la fortaleza en la fe,
la seguridad en la esperanza
y la constancia en el amor.
Amén.
Misterios Gozosos (Lunes y Sábado)
Primer Misterio: La Anunciación del Ángel a la Virgen María. (Lucas 1,26-38).
Segundo Misterio: La visita de la Virgen María a su prima Isabel. (Lucas 1,39-56).
Tercer Misterio: El nacimiento del Niño Jesús en Belén. (Lucas 2,1-21).
Cuarto Misterio: Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén. (Lucas 2,22-40).
Quinto Misterio: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo. (Lucas 2,41-50)
Misterios Luminosos (Jueves)
Primer Misterio: El Bautismo de Jesús en el Río Jordán. (Mateo 3, 3-17).
Segundo Misterio: La auto revelación de Jesús en el milagro de las Bodas de Caná. (Juan 2,1-12).
Tercer Misterio: El anuncio del Reino de Dios invitando a la Conversión. (Lucas 4,14-21).
Cuarto Misterio: La Transfiguración de Jesús. (Mateo 17,1-9).
Quinto Misterio: La Institución de la Eucaristía. (Marcos 14, 22-25).
Misterios Dolorosos (Martes y Viernes)
Primer Misterio: La oración en el huerto de los Olivos. (Mateo 26,36-46).
Segundo Misterio: La flagelación de nuestro Señor (Marcos 15,1-15).
Tercer Misterio: Jesús es coronado de espinas (Mateo 27,27-31).
Cuarto Misterio: Jesús carga la cruz desde Jerusalén al Calvario. (Juan 19, 6-17).
Quinto Misterio: Jesús muere en la cruz. (Juan 19,18-22).
Misterios Gloriosos (Miércoles y Domingo)
Primer Misterio: La gloriosa Resurrección del Salvador. (Mateo 28,1-10).
Segundo Misterio: Su admirable Ascensión a los cielos. (Lucas 24,50-53).
Tercer Misterio: La venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. (Hechos 2,1-13).
Cuarto Misterio: La Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma a los cielos.
Quinto Misterio: La Coronación de la Santísima Virgen como reina de todo lo creado.
Oh María, durante el bello mes que te está consagrado, todo resuena
con tu nombre y alabanza.
Tu Santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado
un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y
escuchas nuestras oraciones y votos.
Para honrarte hemos esparcido frescas flores a tus pies y adornado tu
frente con guirnaldas y coronas.
Mas, Oh María, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores
cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan.
Estas son las que esperas de tus hijos; porque el más hermoso adorno
de una madre es la piedad de sus hijos; y la más bella corona que
pueden depositar a sus pies es la de sus virtudes. Sí, los lirios que tú
nos pides son la inocencia de nuestros corazones; nos esforzaremos,
pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, Oh
Virgen Santa, en conservar nuestras almas puras y sin manchas y en
separar
de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aún la sombra misma del
mal; la rosa cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a
Dios y a nuestros hermanos.
Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma
familia cuya madre eres, viviendo todos la dulzura de una concordia
fraternal.
En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la
humildad, modesta flor que te es tan querida y con tu auxilio llegaremos
a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.
Oh María, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas
amables
virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia
para poder ser algún día, dignos hijos de la más santa y de la mejor de
las madres. Amén.
¡Oh María Madre de Jesús, nuestro Salvador, y nuestra buena madre!.
Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus
pies, nuestros corazones deseosos de agradarte y a solicitar de tu bondad
un nuevo ardor en tu santo servicio.
Dígnate presentarnos a tu divino Hijo que, en vista de sus méritos y a
nombre de su santa madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la
virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los
infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del
error; que vuelvan hacia él y cambien tantos corazones rebeldes, cuya
penitencia regocijará su corazón y el tuyo; que convierta a los enemigos
de su Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de
su ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las
tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir. Amén.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos.
Y después de este destierro
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce siempre Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Jesucristo,
tu Hijo, nuestro Señor.
Amén.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
sean glorificados en todas partes
por la Inmaculada Virgen María.
Amén
Señor,
Tú siempre estás actuando en tu Iglesia
y manifiestas tu Espíritu
para el bien de tu pueblo
a través de personas y comunidades.
Tú, Señor, de modo singular,
concediste tu Espíritu
al Beato Guillermo José Chaminade,
para que, viviendo con fidelidad plena el Evangelio,
se entregara con entusiasmo
a la salvación de los hombres.
Tú mismo, Señor,
suscitaste varios grupos de hombres y mujeres,
que siguiendo sus huellas, se consagraran a Ti
para el servicio de la Iglesia a las órdenes de María.
Concédenos signos visibles de su santidad,
otorgándonos las gracias que te pedimos por
su intercesión.
Amén.
Oh Dios, fuente de toda vida y santidad.
Te damos gracias por el ardiente espíritu misionero
y el amor filial a María
que infundiste en el corazón de tu sierva
Adela de Trenquelleón.
En el breve curso de su existencia,
trabajó con entusiasmo y perseverancia
para acrecentar la fe y el amor a Cristo y
a su Madre en todos los ambientes,
especialmente entre los jóvenes
y los más necesitados.
Concédenos Señor que, como ella, seamos
signos de tu amor entre nuestros hermanos
Y, a fin de que tu sierva sea glorificada en tu Iglesia,
otórganos, por su intercesión, las gracias que te pedimos.
Amén.
Señor, Tú nos diste en Faustino
un ejemplo admirable de fidelidad a las
exigencias de tu divino amor:
acudimos a Ti para que, si es voluntad tuya
que sea glorificado ante tu Iglesia,
lo manifiestes concediéndonos la gracia
que deseamos alcanzar.
Te lo pedimos poniendo por intercesora a María,
Tu Madre, a quien él tanto amó en la tierra.
Amén.
San José, casto esposo de la Virgen María;
intercede para obtenerme el don de la pureza
Tú que a pesar de tus inseguridades personales,
supiste aceptar dócilmente el plan de Dios tan pronto supiste de él,
ayúdame a tener esa misma actitud para responder
siempre y en todo lugar a lo que el Señor me pida.
Varón prudente, que no te apegas a las seguridades humanas,
si no que siempre estuviste abierto a responder a lo inesperado,
obtenme el auxilio del divino Espíritu para que viva yo también
en prudente desasimiento de las seguridades terrenales.
Modelo de celo, de trabajo constante, de fidelidad silenciosa, de paternal
solicitud, obtenme esas bendiciones para que pueda crecer cada día más en ellas
y así asemejarme, día a día, al modelo de la plena humanidad: el Señor Jesús.
Amén.
Señor, nosotros creemos firmemente
que tú te acercas y visitas a esta familia que Tú tanto quieres.
Te pedimos con mucha fe que bendigas a cada uno de sus miembros.
Sabemos que los tienes en tu corazón de Padre
y Tú mismo los conoces con sus propios nombres (aquí, nombrarlos a todos)
Aumenta en ellos la Fe, anímalos con la Esperanza Cristiana
y fortalécelos en el Amor que es lo más importante a tus ojos.
Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo,
que resucitado vive y reina para siempre. Amén.
Santo Dios y Padre bueno,
te bendecimos por reunimos en familia
para fortalecer el amor de nuestro hogar.
Te damosgracias porque Tú nos cuidas como
Padre, por la cercanía de Jesús, Hijo tuyo,
hermano nuestro, y por la fuerza del Espíritu
que anima nuestra unión.
Trinidad Santa, Familia Divina,
haz que nuestra casa sea un templo,
y nuestra mesa un altar,
Señor, nuestro Dios,
te bendecimos por tomar en tu mano nuestro amor.
Ayúdanos a cumplir nuestra misión, ven a compartir nuestra vida.
Ayúdanos a formar nuestros hijos, a sertestigos de tu amor,
en nuestra familia y en la comunidad.
Danos fuerza en los desalientos.
Comparte nuestras alegrías.
Señor, bendice nuestro amor.
Jesús, Señor, hermano, amigo,
quiero arriesgarme contigo a vivir mi juventud,
siguiendo tu Evangelio.
No quiero ser conformista ni dejarme conducir
por criterios egoístas.
Quiero jugarme entero por la limpieza del alma,
por el amor verdadero,
por esa santa belleza del universo creado,
que nos confiaste a todos para su cuidado.
Y quiero ser caminante, peregrino,
creador humilde, criatura inteligente.
Escojo ir de la mano con los pobres de la tierra,
luchando por la justicia, por la paz de un mundo nuevo.
Te pido, Señor, tu Espíritu, soplo de tu alegría,
presencia de tu amor y fuente de mi energía.
Con la ayuda de tu Madre María,
mujer de esperanza, servidora creyente.
Amén.
Dios, Padre nuestro,
Haznos sentir hoy de nuevo tu presencia,
abre nuestro corazón, y danos tu Espíritu
lleno de vida y fuerza para que descubramos
la vida que tú quieres para cada uno de nosotros.
Señor que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras
para que nuestro trabajo comience en ti y tienda siempre a ti.
Tú estás presente en medio de nosotros,
pues nos hemos reunido en tu nombre,
danos un corazón atento y abierto, humilde y generoso
para que en diálogo fraterno sepamos crecer en verdad y amor.
Tú que vives y reinas...
Dios, Padre nuestro,
Señor Jesucristo, Camino, Verdad y Vida,
rostro humano de Dios y rostro divino del hombre,
enciende en nuestros corazones el amor al Padre que está en el cielo
y la alegría de ser cristianos.
Ven a nuestro encuentro y guía nuestros pasos
para seguirte y amarte en la comunión de tu Iglesia,
celebrando y viviendo el don de la Eucaristía,
cargando con nuestra cruz, y urgidos por tu envío.
Danos siempre el fuego de tu Santo Espíritu,
que ilumine nuestras mentes y despierte entre nosotros
el deseo de contemplarte, el amor a los hermanos,
sobre todo a los afligidos, y el ardor por anunciarte
al inicio de este siglo.
Discípulos y misioneros tuyos, queremos remar mar adentro,
para que nuestros pueblos tengan en Ti vida abundante,
y con solidaridad construyan la fraternidad y la paz.
Señor Jesús, ¡Ven y envíanos!
María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.
Amén.
Guiados por María, fijamos los ojos en Jesucristo, autor y consumador
de la fe, y le decimos con el Sucesor de Pedro:
“Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc 24, 29).
Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos aunque no siempre hayamos
sabido reconocerte. Quédate con nosotros, porque en torno a nosotros se
van haciendo más densas las sombras, y tú eres la Luz; en nuestros
corazones se insinúa la desesperanza, y tú los haces arder con la certeza
de la Pascua. Estamos cansados del camino, pero tú nos confortas en
la fracción del pan para anunciar a nuestros hermanos que en verdad tú
has resucitado y que nos has dado la misión de ser testigos de tu
resurrección.
Quédate con nosotros, Señor, cuando en torno a nuestra fe católica
surgen las nieblas de la duda, del cansancio o de la dificultad: tú, que
eres la Verdad misma como revelador del Padre, ilumina nuestras
mentes con tu Palabra; ayúdanos a sentir la belleza de creer en ti.
Quédate en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas, sostenlas en
sus dificultades, consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada
día, cuando en torno a ellas se acumulan sombras que amenazan su
unidad y su naturaleza. Tú que eres la Vida, quédate en nuestros hogares,
para que sigan siendo nidos donde nazca la vida humana abundante y
generosamente, donde se acoja, se ame, se respete la vida desde su
concepción hasta su término natural.
Quédate, Señor, con aquéllos que en nuestras sociedades son más
vulnerables; quédate con los pobres y humildes, con los indígenas y
afroamericanos, que no siempre han encontrado espacios y apoyo para
expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad.
Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes, que son la
esperanza y la riqueza de nuestro Continente, protégelos de tantas
insidias que atentan contra su inocencia y contra sus legítimas
esperanzas.
¡Oh buen Pastor!, quédate con nuestros ancianos y con nuestros enfermos.
¡Fortalece a todos en su fe para que sean tus discípulos y misioneros!
¡Jesús, Jesús!
Yo en la cama y Tú en la cruz
Yo en la cama , acostado; Tú en la cruz, clavado.
Yo la cabeza en blanda almohada;
Tú, la tuya, de espina coronada.
Yo, quejándome; Tú, animándome
Yo, sin pensar que mis dolores unidos a los tuyos,
tienen un valor infinito.
Tú , anhelando sufrir más para pagar nuestros pecados.
Jesús, Jesús,
yo en la cama y Tú en la cruz.
Jesús, creo en ti.
Jesús, espero en ti.
Jesús, voy por ti.
Padre de todos los hombres, que amas la vida.
Hoy ha muerto nuestro hermano.
Tú conoces todo y sabes por qué te lo llevaste.
Pero a nosotros nos resulta incomprensible la muerte
y muchas veces, ante estas situaciones,
sentimos la tentación de revelarnos.
Sin embargo, Señor, quiero aceptar en mi vida
la realidad de la muerte.
Porque sé que nuestro hermano vive y vivirá
Para siempre en tu gloria,
acepta, Padre, nuestro dolor,
mantén viva nuestra esperanza en la vida eterna
y concede a nuestro h
ermano la eterna alegría de los cielos.
Amén