Después de presidir la Santa Misa de Pascua, en una plaza de San Pedro repleta de peregrinos y fieles provenientes de diversas partes del mundo, decorada con flores para la ocasión, y de prodigar saludos y bendiciones a los fieles presentes en un breve recorrido con el Papamóvil, el Pontífice subió al balcón central de la Basílica de san Pedro para impartir sumensaje Urbi et Orbi en el año Jubilar de la Misericordia.
Afirmando que “la resurrección de nuestro Señor Jesucristo cumple la profecía del Salmo «La misericordia de Dios es eterna», el padre y Pastor de la Iglesia Universal reiteró que “el amor de Jesús amor es para siempre, nunca muere”, y, constatando las realidades de un mundo “lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu”, con “crónicas diarias repletas de informes sobre delitos brutales”, y de “conflictos armados a gran escala”, proclamó, una vez más, la esperanza que nos llega de Jesús Resucitado.
El primer pensamiento del Papa fue a la querida Siria, “país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil”. El pontífice encomendó al poder del Señor las conversaciones en curso para que se puedan recoger los frutos de paz y emprender la construcción de una sociedad fraterna.
Un intercambio fecundo entre pueblos y culturas deseó para las zonas de la cuenca del Mediterráneo y de Medio Oriente, en particular en Irak, Yemen y Libia, como también la convivencia pacífica entre israelíes y palestinos en Tierra Santa, a través de “un compromiso cotidiano de trabajar en la construcción de los cimientos de esa paz”. También rezó por una solución definitiva de la guerra en Ucrania, y para que “el Señor de la vida” avive nuestra cercanía a las víctimas del terrorismo”, esa “forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo”.
Con un pensamiento particular puesto en Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, el Obispo de Roma elevó una plegaria para que el Señor “lleve a buen término las perspectivas de paz en África”, y deseó, asimismo, que el mensaje pascual “se proyecte también sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos”.
Con los hermanos y hermanas emigrantes y refugiados que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social en su corazón, el Obispo de Roma deseó que “la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana”.
También la tierra, nuestra casa común, “maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias”, en el mensaje del Papa de este 2016, con una particular mención a “las zonas afectadas por los cambios climáticos que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las consiguientes crisis alimentarias”.
Por último, a todos los que han perdido toda esperanza y el gusto de vivir, a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, a los jóvenes a quienes parece faltarles el futuro, el Vicario de Cristo proclamó la esperanza del mensaje que nos da Jesús Resucitado: «Mira, hago nuevas todas las cosas... al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente» (Ap 21,5-6).
“Que este mensaje consolador de Jesús nos ayude a todos nosotros a reanudar con mayor vigor la construcción de caminos de reconciliación con Dios y con los hermanos”.
Fuente: www.news.va