Vocación es sinónimo de llamada. Un maestro nace en el instante mismo en el que siente que la Vida le hace una llamada a través de los niños o los jóvenes. Ser maestro es dedicarse a redescubrir la vida y el mundo, cada día, cada mañana, en los ojos abiertos de sus alumnos. Ser maestro es estar decidido a avivar en cada instante, con las brisas de cada respiración, el fuego de la pasión y de la entrega. Pasión que, por lo demás, brota espontáneamente cuando se ama lo que se hace. Un educador con vocación siente que no ha elegido su profesión sino que la Vida le ha elegido para esta tarea. Sabe que lo que le gusta hacer es lo que el mundo más necesita y le pide. Todo maestro es un buscador de tesoros, entregado a la aventura de explorar y descubrir las piedras preciosas que contiene el corazón del ser humano. El maestro tiene un oficio peculiar: es médico del alma, enfermero de los pesares del corazón, escultor de espíritus grandes, arquitecto de la personalidad de sus alumnos, recolector del presente, abogado defensor de las causas nobles que se dirimen en el patio, en el aula, en la rectoría o en el pasillo.
Por todo esto, un país sano e inteligente debería reservar el magisterio a los mejores o al menos a los muy buenos. No a los que más saben sino a los que más y mejor aman; no a los más listos sino a los más sabios. Cuidar de los maestros es cuidar a esos pacientes agricultores que harán lo posible para que cada alumno pueda ser cosechado como fruto sabroso y abundante. Cuidar de cada uno de ustedes es tarea de la Fundación Chaminade.
Este saludo agradecido en el día del Profesor de este año 2015 de tanto cambio en la educación chilena es también compromiso para hacer todo lo más y mejor por cada uno de ustedes.
Atentamente,
José María Arnaiz
Presidente de la Fundación Chaminade