Estudió en el Liceo Darío Salas, en el cual, a un año de egresar, ingresó a trabajar como secretaria y donde permaneció por 20 años. En el año 1978 se casó con Patricio y nacieron sus dos hijos, Mauricio y Macarena.
En 1989, llegó con su familia a vivir a Puente Alto y en busca de colegios para sus hijos encontró el Colegio Santa María de la Cordillera, el cual estaba en sus inicios. Al año siguiente su hijo ingresó a 5º básico, siendo su profesora jefa Leticia Krüguer. Esta misma fue quien le ofreció trabajar como secretaria en el CSMC, ingresando el año siguiente tanto ella como su hija.
En los 23 años que estuvo en el CSMC se desempeñó como secretaria de dirección. “Mi trabajo siempre fue directo con los rectores y mi principal función fue realizar todo el quehacer administrativo que implica un colegio, además de atención al público”, nos cuenta Ivonne, quien hace algunas semanas le dijo adiós al colegio y se despide de quienes la conocieron a ella y su labor en las siguientes líneas.
¿Cómo fue trabajar en el CSMC? ¿Qué es lo más memorable de haber trabajado allí?
Para mí siempre fue un agrado trabajar en el CSMC, fue y es mi segunda casa. El colegio se caracteriza por tener un muy buen ambiente laboral, lo cual hace que el trabajo diario sea más llevadero y grato.
Lo más memorable para mí es que el Señor haya puesto en mi camino a los Marianistas, de los cuales estoy eternamente agradecida por su cariño y acogida. Seguiré siendo parte de ellos a través de la comunidad a la cual pertenezco.
Supongo que ha vivido muchas situaciones e historias en el colegio, ¿hay alguna que recuerde con especial afecto y quiera compartir con nosotros?
Son muchas las anécdotas y recuerdos, cómo olvidar el compartir los días jueves después de almuerzo, “la dulzura”; tortas pasteles, helados, junto a la conversación del día a día; en verano tomar mote con huesillos, en invierno chocolate caliente. La preparación de celebraciones, los viajes y paseos. Recuerdo con mucho cariño a la tía María, quien me esperaba con cuecas al comenzar la jornada laboral y de ese modo nos poníamos a bailar para dar inicio al nuevo día. Los bailes con Doris y Nancy en cualquier momento del día siempre que no estuviera la jefa, grandes amigas y compañeras.
¿Le influyó de alguna forma especial el trabajar en el CSMC?
Por supuesto que sí. El CSMC me permitió acrecentar mi fe y estar más cerca de nuestra madre María, crecer como persona, integrar una comunidad y conocer más de cerca el gran trabajo de los sacerdotes y religiosos marianistas.
¿Con qué sentimientos, reflexiones o experiencias se va del colegio?
Lo primero es agradecer por haber llegado a este momento creyendo, confiando y amando a nuestro Señor. Me voy con sentimientos encontrados. Por una parte siento mucha tristeza por dejar de ver a diario a mis amigas y personas tan queridas y especiales con las que trabajé. Por otro lado, siento alegría de saber que la misión fue cumplida y que mi trabajo en el CSMC fue importante y reconocido.
Y ahora ya fuera del colegio, ¿cuáles son sus planes?
Llegó mi tiempo de descansar. Mi deseo, después de 44 años de trabajo, es dedicarme a mi familia, esposo, hijos y nieto; estar más cerca de ellos y de sus vidas. Por otro lado, siento mucho interés por comenzar a desarrollar mis proyectos personales como el trabajo en mosaico, entre otras cosas. Quiero simplemente vivir la vida, el diario vivir como se presente, aprovechando al máximo toda la energía que aún tengo.
Finalmente, ¿Qué mensaje le deja a la comunidad que conforma el CSMC y la Familia Marianista?
Me gustaría dejarles el reflejo de mi trabajo diario, realizado con responsabilidad, compromiso, lealtad y mucho cariño. Quiero dejar a la comunidad Marianista un gran agradecimiento: fui secretaria de todos los rectores que han pasado por el CSMC y agradezco a cada uno de ellos su cariño y confianza hacia mi trabajo, especialmente a Jorge Figueroa y Alicia Navarrete. También agradecer todo el cariño recibido de todas las personas que caminaron conmigo durante estos 23 años.