NUESTRA FE COMIENZA POR EL ENCUENTRO CON UNA PERSONA, CON JESÚS
La editorial PPC ha pedido a tres autores significativos del mundo teológico español que confiesen su fe en este año de la fe. Desde el primer capítulo se puede concluir que resulta más fácil creer que explicar la fe. Cada uno a su estilo y desde su perspectiva personal lo hace y ofrece un aporte muy valioso; aporte que ayudará a muchos cristianos en este año a personalizar su fe y a hacerla cada vez más propia. El libro que presentamos es un libro de teología convertida en espiritualidad y de una espiritualidad que se transforma en pastoral. Incluye al final de cada capítulo incluso unas atinadas preguntas que pueden servir para compartir las reflexiones presentadas. Atinada la idea del editor de incluir al menos una mujer entre los autores.
Si uno busca el hilo conductor del texto está claro que es la corta palabra fe. La más repetida con mucho en estas páginas. Interesante que hasta desde el punto de vista de diseño del libro no se haya separado mucho el aporte de un autor del de otro ya que el pensamiento de los tres se entrelaza y complementa a medida que se avanza en la lectura. Todo el libro es una reafirmación de la tan repetida frase del Papa Benedicto: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación decisiva". Frase, por lo demás, asumida en su texto final por Aparecida.
El autor de las páginas sobre la fe interpelada, acosada, cuestionada, puesta en peligro de la primera parte no podía ser otro que Juan Martín Velasco. Nos describe ambientes en los que la fe ha dejado de interesar; en esos ambientes los protagonistas ni se preguntan quién es Dios verdaderamente para ellos y qué imágenes de Dios predominan en sus vidas. Ellos prescinden de la fe; viven en la indiferencia pero no tanto el rechazo. Analiza con mucho tino las causas de esta situación. Para él se nos ha hecho creer en verdades, adoctrinado y no en personas, se nos ha transmitido con un lenguaje seco, no se ha dado el encuentro personal, el encuentro con el Misterio ni se ha llevado a amar lo que se cree. Todo esto le hace preguntarse a M. Velasco si somos verdaderamente creyentes y a interrogarnos también nosotros como los discípulos: "a dónde iremos". Se ayuda para su análisis de profunda intuiciones de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz. ¿Es tan complicado encontrarse con Dios y quedar por Él prendado? Lo es; pero también es posible una experiencia de fe gozosa y transformante. Sobre todo cuando en la escuela de Jesús nos iniciamos en una fe que actúa por el amor. Por supuesto, también en esta parte del libro hay propuesta de fe, camino para la fe, explicitación de las condiciones para creer. Se nos lleva al Dios en el que sí podemos creer y que es el Dios de Jesucristo y que es nuestro Padre y se señalan las condiciones que no pueden faltar para ser verdadero creyente.
En la segunda parte nos presentan "los paisajes" de la fe; bien se podría haber titulado, los lugares de la fe, la "composición del lugar" para que se dé fe; a ella nos tiene acostumbrados San Ignacio de Loyola. Hay lugares hoy y hubo lugares en la geografía del pueblo Judío y de Jesús que llevaron a creer. Hacerse presente en ellos hace que la fe brote o rebrote. Con un gran arte y sensibilidad de mujer y de biblista, Dolores nos ubica en ellos. Contextualiza nuestra fe. Es aquí y así donde se cree La historia de la fe de los personajes que están en escena es la nuestra. En ellos hay dudas, preguntas, confesión, perdón, sanación. Detrás de estas páginas tenemos una sugerencia pastoral; en el año de la fe hay que visitar lugares que reaviven la fe; el creyente es un peregrino. Dolores pinta esos lugares y así nos evoca la belleza de la fe. A veces, ni siquiera estamos seguros de la fe que reclama Jesús o de si nuestra búsqueda responde a egoísmo o a superficialidad. Por eso necesitamos tener a mano estas escenas evangélicas que, en su simplicidad, nos ayudan a fijar nuestros ojos confiadamente en Jesús. Eso es la fe, pequeña semilla que germina y se transforma en árbol y que da buenos frutos en el quehacer cotidiano.
El tercer autor que aparece en escena es José Antonio Pagola. El pone el título al libro; bien podríamos decir que "remata" el tema. Sólo se cree Fijos los ojos en Jesús porque él es el que inicia y consuma la fe (Heb, 12,2). Volver a Jesús es la única manera de regenerar nuestra fe débil y vacilante. Esta es la propuesta que el autor viene haciendo con valentía en sus muchos y bien inspirados escritos en los últimos años. La nuestra es una fe cristiana: estar en la mesa con Jesús, estar al pie de la cruz y escuchar el grito de Jesús y proclamar que el crucificado ha resucitado es poner techo al proyecto del reino; eso solo lo hacen los seguidores de Jesús. Así se recupera lo esencial del evangelio y se vive el espíritu de Jesús y se llega a la fe. La fe solo nace y echa raíces y se convierte en tronco firme y fruto abundante en los que son seguidores de Jesús. No hay duda que el Dios que nos presenta Pagola es el que M. Velasco ha indicado que precisamos para creer verdaderamente y superar la crisis de increencia que atravesamos: el Dios cercano, siempre buena noticia, amigo de la vida, lleno de misericordia, más preocupado por el bienestar de sus criaturas que por el culto y el sábado. Toda la existencia de Jesús, tal como se repite de mil maneras en estas páginas, representa la bondad de Dios y su cercanía. Para él, la primera mirada de Jesús se dirige al sufrimiento de las gentes enfermas y desvalidas de Galilea; no a sus pecados.
Así surge otra fe, la fe viva, que se quiere personalizar, libre, sana, sabia, alegre, liberadora, comprometida. El Dios en el que creemos sale del templo y sale, incluso, del atrio de los gentiles y va a la plaza, al hospital, a la escuela, a la fábrica, a la empresa, a las casas y ofrece alternativa. "Prefiere ser víctima de sus criaturas antes que su verdugo. Así es el Dios en el que creemos los seguidores de Jesús: un Dios débil que no tiene más poder que su amor".
Tanto Martín Velasco como Pagola aluden al tema de la Iglesia; no podía ser de otro modo. Se hacen eco de la famosa frase inglesa que nos lleva a evitar el creer sin pertenecer: "believe without belonging". La Iglesia puede ser un obstáculo a nuestra fe. Para que eso no ocurra se da a entender más de una vez que se precisa una reforma de las estructuras de la misma. No se puede hacer de ella un absoluto. Pagola lo evoca en el estupendo apartado "recuperar el proyecto del Reino" que "La tentación más grave que nos amenaza a los cristianos es hacer de la Iglesia un absoluto. Olvidar el Reino de Dios y su justicia y buscar el bien de la Iglesia y su desarrollo".
Las páginas de este libro tienen la frescura del Evangelio, son fáciles de entender y de asumir. Sugieren las condiciones exigidas para nuestras relaciones con Dios, como si todas hubiesen sido escritas por Dolores Aleixandre. Nos colocan ante una alternativa de vida o muerte para el pueblo de Dios que camina por los caminos del mundo de hoy con la fuerza que nos tiene acostumbrados en sus escritos Martín Velasco. El Dios en el que creemos es el Dios al que amamos y el Dios al que amamos es el Dios en el que creemos; dejemos ya de racionalizarle, pongámosle rostro, ojos, nombre, corazón. Es lo que consigue hacer JA Pagola con una maestría extraordinaria.
Creer, profesar la fe, vivirla, comunicarla, contagiarla, hacerla compromiso es uno de los mensaje, actitudes y acciones más delicadas de nuestra vida cotidiana. Son muchos los hombres y mujeres que estamos en ese empeño. Poder recorrer el camino cristiano para conseguir atravesar el umbral de la increencia y llegar a la fe es la mejor opción de nuestra vida. Este camino está hecho a la medida de lo más auténticamente humano. Resumiendo poéticamente el mensaje de este libro bien podemos afirmar que los ojos de la fe permiten el juego de dos miradas. La del creyente en Jesús, una mirada contemplativa y agradecida propia de aquél que en su corazón sabe de quién se ha fiado. Y la de Jesús en el creyente, mirada llena de alegría y de paz y que hace que la vida rezume abundancia y plenitud. Este contacto de miradas lo es también de rostros y se transforma en una fuerza de Dios para salvación de todo el que cree (Rom, 1,15).
José María Arnaiz sm.