Los delitos de Pierre Dubois: (1986, con ocasión de su expulsión del país)
Como decano de José María Caro y como compañero durante nueve años en este gran decanato, siento el deber de hablar de Pierre.
Para Jaime y Daniel todo nuestro agradecimiento por su amistad, por su entrega al trabajo pastoral, por el testimonio de su fe y por su vida.
Pierre ha entregado a los pobres, a los trabajadores de nuestra patria, veintitrés años. Largos años vividos con tesón, con tenacidad al servicio de nuestro pueblo, que le otorgan la nacionalidad (ahora que es expulsado del país) que pocos habrían ganado como él.
Con Pierre, el decanato adquirió estructuras y solidez. Se organizaron las comisiones de bautismo, matrimonio, catequesis, juventud, ancianos, talleres, salud, etc.
Realizó decenas de cursos de formación cristiana durante estos doce años al servicio del decanato. Buscó siempre el trabajo permanente, la formación de personas que pudieran luego influir en los ambientes laborales.
Durante mucho tiempo rehuyó las acciones coyunturales que parecen éxitos del momento, pero desaparecen con la coyuntura. Por eso su opción fue influir en lo sindical, lugar donde debe hacerse presente el obrero cristiano para transformar ese mundo en Reino de Dios.
Cuando los sindicatos estaban destruidos, Pierre promovió el Decal (Departamento de Capacitación Laboral). Trabajó con una constancia admirable hasta que pudo dar frutos, aquellos que muchos consideraron una utopía. Varios sindicatos nacieron aquí, entre ellos el de profesores.
Otro de sus amores fue el trabajo con matrimonios: los equipos de paternidad responsable. Con su esfuerzo se hizo realidad entre los pobres el control natural de la familia y una forma de enfrentar las dificultades del mundo popular. Muchos profesionales de la salud no creyeron en este proyecto. Luego, algunos quisieron aprovecharse de sus descubrimientos. Hoy día, varios matrimonios han sido llamados al extranjero para exponer sus experiencias. Cuando el número de parejas había crecido considerablemente, Pierre les fue arrebatado.
Pero el gran amor de su vida fue el MOAC. Ahora era asesor nacional Formar apóstoles del mundo obrero era la vocación de Pierre y de sus compañeros. Hacer explícito el anuncio de Jesús desde el compromiso sindical. En las circunstancias de nuestra patria, su trabajo se extendió más allá del mundo laboral, al mundo de los cesantes y del compromiso político.
Llegado a La Victoria, las organizaciones populares le exigieron una entrega completa. Él se lamentaba de haber abandonado el Decal. Y haber perdido el contacto con las organizaciones sindicales.
Las organizaciones poblacionales, tan connaturales a una población luchadora como La Victoria, le exigió su presencia. Se esforzó para que esta presencia encarnara al Dios de la vida que no quiere la violencia, pero que sufre pasión por la justicia. Lo hizo como el Señor: entregando su vida para que otros tuvieran vida. Colocándose bajo las ruedas de las micros de carabineros y de las tanquetas. Salvó vidas de victorianos y de policías, interponiéndose entre ellos. Recibió golpes, balines y acusaciones falsas que terminaron con la expulsión del país. Este es su delito y esta es su gloria.
Ante las infames y cobardes calumnias lanzadas por varios diarios, cuando Pierre no puede defenderse y en vigencia del “estado de sitio”, tenemos que testimoniar que este es su pecado: dar testimonio de Cristo en un mundo injusto, que admite el nombre de Dios pero no su voluntad.
Pierre ha sido rechazado como lo fue Jesucristo, por molesto, porque era la voz de Dios que exigía a los poderosos renunciar a sus dioses, su poder y su dinero.
JESÚS HERREROS, SM